jueves, 30 de mayo de 2013

TEMA 14: LA HISPANIA ROMANA

ROMANIZACIÓN: 
Es el proceso de aculturación que experimentaron las diversas regiones conquistadas por Roma, por el que dichos territorios incorporaron los modos de organización político-sociales, las costumbres y las formas culturales emanadas de Roma o adoptadas por ella. En el caso correspondiente a la península Ibérica, fue de diferente intensidad según las zonas —mayor en el sur y este peninsulares— y se produjo en distintos momentos

FASES
 El comienzo de este proceso data del año 218 a.C., cuando las legiones romanas de Cneo Cornelio Escipión desembarcaron en Ampurias, en la costa catalana, para enfrentarse con sus enemigos cartagineses, ocupantes de las zonas costeras y de parte del interior.

    En una primera fase se procedió a la conquista militar de la zona cartaginesa hasta el 206 a.C., de la zona interior durante el siglo II a.C. y del resto en el siglo I a.C., no exenta de dificultades debido al valor y ansia de independencia de los indígenas, con continuas rebeliones.

    En una segunda fase, iniciada cuando aún gran parte de lo que será Hispania no había sido conquistada, se procedió a una asimilación cultural del territorio. Esta no fue total en las últimas regiones sometidas (área cantábrica) ni siquiera en el siglo V cuando se debilitó la presencia romana presa de las invasiones bárbaras, a pesar de llevar 500 años de dominación muchas veces más nominal que efectiva, debido al escaso interés por controlar y poblar zonas deprimidas y marginales. Allí pervivieron estructuras gentilicias (clanes) e idiomas (por ejemplo el euskera), así como el sentimiento de identidad que permitiría su supervivencia frente a los visigodos y el islam, posibilitando el nacimiento de los futuros reinos y condados cristianos. Una de las consecuencias del prestigio de Roma y de lo romano será la aspiración a la ciudadanía, conseguida a duras penas por los indígenas a base de dinero o en premio a su fidelidad. Ello, junto a la suavización de los términos en que se acordaron las distintas rendiciones a manos de las legiones y el tiempo transcurrido desde aquellas, fueron creando un clima propicio a la aceptación de lo romano. Punta de lanza de todo esto fue la llegada de inmigrantes de origen romano e itálico, que se fueron estableciendo en ciudades (municipia civium romanurum, coloniae civium romanorum), creando así focos tanto de difusión cultural como de control político y administrativo: Itálica (Sevilla), Corduba (Córdoba), Emerita (Mérida), Barcino (Barcelona), entre otros. La política colonizadora de Julio César y de Augusto en el siglo I a.C. fue el impulso definitivo a esta labor, iniciada tímidamente dos siglos atrás con la llegada de soldados y comerciantes, suponiendo ahora no sólo el asentamiento de veteranos de las legiones emparejados con las mujeres indígenas sino también nuevas remesas desde la propia Italia, en busca de nuevas tierras y mejores condiciones de vida. El clima de paz y la lejanía de los frentes bélicos contribuyeron decisivamente a la mejora de la economía y, con ello, a la aceptación definitiva de Roma.







TEMA 13: MITOLOGÍA Y CULTOS ORIENTALES

MITOS GRECORROMANOS

CULTOS ORIENTALES
Los romanos nunca elaboraron una mitología excesivamente compleja sino que asimilaron la tradición griega, adaptándola a sus propias particularidades. Más adelante, cuando el Imperio Romano estaba en plena época de expansión, los romanos no tuvieron demasiados reparos en adoptar las principales divinidades de los pueblos que conquistaban.

A menudo se considera que esta asimilación tenía una finalidad meramente política. De este modo se intentaba asegurar una cierta unidad en el Imperio. En cualquier caso, gracias a ello, la religión romana se configuró a partir de una mezcla extraordinaria de cultos e influencias.

EL CRISTIANISMO

Roma, como la mayoría de los pueblos de la antigüedad adoptó una religión politeísta, que contaba con dioses para todos los romanos, y con una religión familiar, que nucleaba a sus miembros, en torno a la adoración de sus antepasados muertos. La prédica de Cristo fue rechazada en Roma, al punto de costarle la vida al propio Jesús, y sus seguidores fueron perseguidos y condenados por la mayoría de los emperadores.
Nerón, fue uno de los emperadores que más se ensañó con los cristianos, que no adoraban a los dioses locales, y se negaban a reconocer al emperador como un ser divinizado. Las ideas de caridad e igualdad cristianas, parecían oponerse al espíritu guerrero y jerárquico de los romanos. Por estas causas, acusó a los cristianos del incendio de Roma, ocurrido en el año 64.




miércoles, 29 de mayo de 2013

TEMA 12: LA RELIGIÓN ESTATAL

Religión estatal

Antes de la Edad Contemporánea, la situación de confesionalidad del Estado era la condición natural de cualquier sistema político. En el Imperio romano, el culto al emperador fue una forma de conciliar el politeísmo incluyente de todo tipo de religiones con la unidad política, y lo que convirtió al cristianismo (de hecho a cualquier monoteísmo que no aceptase el culto imperial) en una religión disolvente y por lo tanto perseguida. El Edicto de Milán de Constantino (que otorgaba una especie de libertad religiosa), y el posterior edicto de Tesalónica de Teodosio convirtieron al cristianismo en la religión oficial del Imperio y establecieron el Papado y la Iglesia como instituciones paralelas al propio Estado. La desaparición del Imperio romano de Occidente abrió la Edad Media, que supuso una separación de hecho del cristianismo occidental (católico) y oriental (ortodoxo), que se hizo oficial con el Cisma de Oriente (1054).
Las monarquías de Antiguo Régimen supusieron un control sobre sus iglesias católicas nacionales, mientras que la Reforma luterana establece iglesias nacionales en los países del norte de Europa. El principio de la cuius regio eius religio (propuesto en la Dieta de Augsburgo que discutía la Confesión de Augsburgo, y definitivamente impuesto en la Paz de Augsburgo) impone que la religión del reino será la religión del rey. Se impondrá en una era de guerras de religión que acabará con el tratado de Westfalia. Entre los escasos lugares de Europa que mantienen la tolerancia religiosa (aunque se mantengan como Estados confesionales) se destacan los Países Bajos y la República de Venecia, y parcialmente el Imperio otomano.
El primer Estado que proclamó su indiferencia a los asuntos religiosos fue Estados Unidos, influido por la ideología de la Ilustración francesa.

Culto al emperador

Emperador romano es el término utilizado por los historiadores para referirse a los gobernantes del Imperio romano tras el final de la República romana.
En la antigua Roma no existía el título de Emperador romano, siendo éste más bien una abreviatura práctica para una complicada reunión de cargos y poderes. A pesar de la popularidad actual del título, el primero en ostentarlo realmente fue Miguel I Rangabé a principios del siglo IX, haciéndose llamar Basileus Rhomaion ('Emperador de los romanos'). Hay que tener en cuenta que en aquella época el significado de Basileus había cambiado de 'soberano' a 'emperador'. Tampoco existía ningún título o rango análogo al título de Emperador, sino que todos los títulos asociados tradicionalmente al emperador tenían su origen en la época republicana.
La discusión sobre los emperadores romanos está influenciada en gran medida por el punto de vista editorial de los historiadores. Los mismos romanos no compartían los modernos conceptos monárquicos de «imperio» y «emperador». A lo largo de la historia, el Imperio Romano conservó todas las instituciones políticas y las tradiciones de la República Romana, incluyendo el Senado y las asambleas.
En general, no se puede describir a los emperadores como gobernantes de iure. Oficialmente, el cargo de emperador era considerado como el «primero entre iguales» (primus inter pares), y muchos de ellos no llegaron a ser gobernantes de facto, sino que frecuentemente fueron simples testaferros de poderosos burócratas, funcionarios, mujeres y generales.


TEMA 11: CARACTERÍSTICAS GENERALES RELIGIÓN ROMANA

La religión romana: orígenes
La religión romana es una religión politeísta, emparentada con la religión griega antigua. Estudiando la misma historia de la nación romana, podemos apreciar y entender sus fundamentos: el primer rey, Romulo, se concentra sobre el arte militar y hace de Roma una verdadera potencia. El segundo rey, Numa, ofrece a los Romanos una nueva fuerza: la de luchar por una buena causa, los dioses...

Los romanos creen en un cierto número de potencias divinas: los dioses. La potencia de los dioses inquieta, por lo que los romanos intentan vivir en buena armonía con ellos, reconociendo su superioridad, y rindiéndoles culto a través de los ritos. Podríamos decir que la religión es un acto la "diplomático" con los dioses: se busca la paz de los dioses. La finalidad del culto no es ni personal ni del más allá, sino que es colectiva y terrestre. Por tanto, la religión es el conjunto de las prácticas rituales cívicas que buscan el bienestar de la ciudad.

Religión familiar
Los romanos adoraban a los dioses Penates como protectores de la familia y también como protectores del Estado, considerando a éste como una familia de ciudadanos. Su nombre proviene de penus ("provisiones de boca") y sus imágenes se guardaban en la Penetralia, en el centro de la casa. Constantemente se mantenía fuego en el hogar en honor a éstos y sobre la mesa se les ofrendaba sal y frutos. Se toman a los penates como inventores de la casa y por dispensadores y conservadores de todos los beneficios de la fortuna y del bienestar de que disfrutaba una familia o una comunidad.

Los Lares eran dioses secundarios de la mitología romana y estaban más bien en la categoría de genios. Guardaban estrecha relación con los penates y éstos y aquellos eran objeto de un culto común.

Los lares eran los manes, o sea, los espíritus de las personas difuntas de una familia, divinizados por ésta. Eran los espíritus de los hombres honrados. Todos los lares estaban al cuidado del Lar Familiaris, que estaba mirado como fundador de la familia, de la cual era inseparable.

 Además de estos lares privados (por estar dentro de cada casa de familia) se pueden apreciar también a los lares públicos que se dividen en: lares praestites y lares compitales. Los primeros eran los protectores de toda la ciudad y los segundos eran los que presidían a los distintos barrios de la misma.

El lugar destinado a los lares, lugar siempre espacioso, se llamaba Lararia. Allí les ofrecían las personas de la casa una porción de comida diaria y a las horas oportunas y en las celebraciones se les adornaba con guirnaldas y se dejaba abierto el Lararia.